Aquí estoy, como todos los años, ocho ya desde tu último cumpleaños cuando lo pasamos juntos y no creíamos que el final llegaría tan pronto, ni pensábamos en él. Un mes después empezó el vía crucis, y a partir de ahí no hubo marcha atrás, como todo, siempre adelante aunque sea hacia la muerte, que hacia allá vamos todos desde que nacemos. Unos viven más tiempo, otros menos y a ti te tocó una parte muy fuerte, pero de eso ya hemos hablado muchas noches, tú con un cigarrillo en los labios y yo con oídos aguzados para pasarlo todo al papel. Recuerdo con añoranza aquellos días en que todo era nuevo para mí. Tus aventuras y desventuras, tus triunfos y tus fracasos, y sobre todo, tu confianza en mí.
Tengo tanto que agradecerte, Waldek, tanto. Tu recuerdo perdura en mí cada día, en cada cosa que veo, en cada letra que escribo. Fuiste quien me empujó a escribir, y fuiste el primero que leía con entusiasmo mis manuscritos. Creías en mí ciegamente, tanto, que hasta yo me lo creí.
Te visitaré en diciembre, querido, cuando cumplirás ocho años ya alejado de mí. El 12 de diciembre.
Hasta pronto,
Te quiere,
Blanca
P.D. Me fijé con alivio que el espacio de al lado aún sigue vacío.