Fotos de los personajes de "La búsqueda"

WALDEK Chłopiec, który przebaczył nazistom.

 Después de un tiempo prolongado vuelvo a postear una noticia en este blog. Sucedieron varios eventos que me mantuvieron un poco alejada de ...

martes, febrero 28, 2017

Así empezó LA BÚSQUEDA

Me costó empezar a escribir mi novela La búsqueda. Había prometido a mi marido que la haría pero pasaban los días y no me sentía muy atraída con la idea de escribir acerca de una época que me era tan ajena, o tal vez tenía miedo de enterarme de cosas que me perturbarían demasiado y no deseaba dejar mi zona de confort. Cosa rara en mí, porque cuando trazo un plan es para ejecutarlo de inmediato, no acostumbro dejarlo para después.
Una tarde al regresar del taller Waldek me preguntó mientras cenábamos: “¿Cuándo empezarás a escribir mi historia?” Yo lo miré y vi en sus ojos los deseos de empezar a contar algo que era probable necesitaba hacerlo. Sin embargo un temor penetró en mi alma. Un raro presentimiento que no supe descifrar hasta después.
Vi en sus ojos azules claros como el cielo la inocencia de un niño. Él siempre tenía esa forma de mirar, nunca perdió la curiosidad por la vida, por los inventos, por toda la tecnología que lo rodeaba y que él iba adquiriendo con más avidez que yo. “Hoy” le dije. “Cuando acabemos la cena”.
Esa misma noche, sin que yo tuviera un bolígrafo en mi mano ni un papel frente a mí empezó a contar: “Recuerdo a mamá cuando era joven y todavía me parece ver su rostro de ojos siempre sonrientes…”. Habló de su padre, de su hermana y de su tío Krakus, una familia a la que yo conocía pero que había visto como se ven a los familiares políticos cuando se está de visita: solo la superficie, sin profundizar en las arrugas de sus rostros ni ir más allá de las palabras corteses y cariñosas que suelen tener tan a la mano los polacos.
Conversamos casi hasta medianoche, y de pronto noté que su historia me había envuelto, que necesitaba saber más de ese hombre que tenía delante y del que conocía muy por encima acerca de los últimos treinta años. Porque uno nunca sabe quién es realmente la persona con la que vive. Siempre hay una parte de ella que quedará en el misterio, y tal vez es mejor que sea así, de lo contrario se perdería la magia, la atracción, el deleite de vivir al lado de alguien que en cualquier momento podría sorprenderte.
Hoy después de varios años de su muerte y doce años ya desde que escribí las primeras líneas de mi novela más querida, puedo verme como si fuese una película, sentada en la mesa de la cocina, él con un cigarrillo en los labios y yo atenta a cada una de sus palabras. Me enteré de sus primeros amores, de sus ilusiones, de su valentía. Empecé a conocer al verdadero Waldek que se ocultaba bajo una capa de rudeza, la misma que hacía juego con su exterior, y que esta vez abría para dejarme entrar. Vi que el hombretón que no temía a nada había vivido todos esos años ocultando un pasado que deseaba olvidar y tal vez lo había logrado, pero por una extraña razón quiso confiármelo para que otros lo supieran, sin saber que esa vida que me estaba contando durante las noches que duró su confesión, me serviría para poder trazar la mía cuando él muriera. Es el legado que me dejó mi amado Waldek y por el que le estaré siempre agradecida. Gracias a él supe que podía escribir, que podía remontarme al pasado y hurgar en la vida de los personajes históricos para trasladarlos a mis libros. Y hoy, años después de aquellas confidencias, todavía recuerdo cada vez que me siento en la mesa de la cocina, su voz calmada contándome su vida, sin lágrimas ni lamentos, sin odios ni rencores, como un pasado que fue y que no se puede cambiar. Solo recordar. Me enseñó que vivir el presente es más valioso que aferrarse al pasado pues no tiene sentido odiar ni sufrir por lo que pudo haber sido.

Siento mucha alegría ver la cara del niño de la portada, es como si me hiciera un guiño, y me recordara: “Aún estoy aquí”, porque después de seis años de subir a Amazon La búsqueda, todavía se mantiene en los primeros lugares del género Histórica en Amazon.com. Y hay días en que amanece de primero y se da el lujo de entrar al top 100 general. Una novela testimonio que en un comienzo fue publicada por una editorial importante en España sin mayores remilgos. Waldek siempre fue un chico con suerte, como decía él. 

sábado, febrero 04, 2017

Reseña de Dolors López

En el blog: LAPRINCESAYASEVE

Reseña: LA BÚSQUEDA de Blanca Miosi
“Lo que ha sucedido es un aviso. Olvidarlo es un delito. Fue posible que todo eso sucediera y sigue siendo posible que en cualquier momento vuelva a suceder.”
Karl Theodor Jaspers (1883-1969). Psiquiatra y filósofo alemán.
“Pienso que la historia es repetitiva porque los hombres tenemos mala memoria”. Los muertos no hablan. Los supervivientes olvidan, callan como lo hice yo durante tanto tiempo…”
Waldek Grodek, La Búsqueda
¿Cómo empezar esta reseña, cuándo mis emociones están saltando y confusas, entre el dolor de esta historia, y la alegría de descubrir a una gran escritora?
Sí, así me encuentro, y por lo tanto no va a ser una reseña al uso, más aún cuando, precisamente, hoy se cumplen el 72 aniversario de la liberación por parte del ejército soviético del campo de concentración nazi de Auschwitz, cosas del destino, pues en principio no empecé a leer este libro de Blanca Miosi, pero sentí su grito de “léeme por favor”. Así lo hice, he de decir que la novela histórica, y en concreto, la Segunda Guerra Mundial junto a la Edad Medía, son mis lecturas predilectas, como lectora ávida. Sumado a mis recuerdos infantiles, cuando conversaba con mi abuelo y me explicaba todo lo sufrido durante la Guerra Civil.
Quisiera que esta reseña fuese un pequeñísimo homenaje por todos los que sufrieron y sufren la maldad y barbarie humana, justificada en limpiezas étnicas, fundamentalismos religiosos, fanatismos y el ansia de poder de unos pocos.
Por Henry Waldek Jaszczuk y los supervivientes a tanta violencia.
A forma de diario, Blanca Miosi nos introduce en la historia  de Waldek Grodek, cuando ya en su vejez se desplaza a Ginebra a la Oficina de Repatriación y Refugiados de las Naciones Unidas, para poder cobrar la indemnización como víctima de los nazis. Y en un banco de un parque los recuerdos se agolpan en él “mi mente se inundó del pasado que creía sepultados para siempre en el olvido”.
De esta manera Waldek empieza a evocar su infancia en Varsovia, junto a su familia, su madre Doña Sofía, su hermana Cristina y su padre. Una familia acomodada sin más temor que disfrutar de la tarde, sus entrenamientos les serviría para solucionar más de una situación peligrosa. Cuando el ejército alemán toma Polonia, Waldek y su familia sufren los primeros golpes de la guerra bajo el subsuelo de Varsovia, refugiándose de los bombardeos nazis. Un hecho marcará el principio a toda la crueldad que en los años posteriores se desatará, y que se grabará en la memoria de nuestro protagonista, y que estremecerá al lector: “Aun tengo nítidos en la memoria los ojos de mi querida Aza. Fueron las primeras lágrimas que vertí en esa maldita guerra”.
A partir de este hecho, el desquicio y los desmanes del ejército alemán provocarán en nuestro Waldek, adolescente, el nacimiento de un “patriotismo”, ante la humillación sufrida en “propias carnes” de los invasores y opresores. De esta manera formará parte de la Resistencia polaca, contra los nazis, y sus actos le llevará a caer prisionero.
Tras su detención y tortura inicial donde pudo contemplar por primera vez de cerca, la muerte y su olor, la “hediondez” de la celda, los chinches, y como ante tanto sufrimiento, el hombre, se vuelve “inmune” por pura supervivencia. El viaje a Auschwitz-Birkenau, vagones repletos de prisioneros luchando por un suspiro de aire, la indignidad de saberse examinado hasta el último hueco del cuerpo, el ser marcado de por vida como una res, un número define quien eres, tan solo eso, el 156642, sin nombre ni esencia de persona. El maltrato físico, pero también mental, lemas marcados a sangre: “El trabajo os hará libres”, el castigo, el frío, el miedo como “el plomo”, el hambre, el humo de las chimeneas, el hedor de la miseria, la muerte en toda la extensión de la palabra, la degradación del hombre hasta el extremo de “ser un animal”:
“Empezamos a comportarnos como animales desesperados por sobrevivir, insensibles al dolor ajeno…”
Eso y más fue el nazismo, sadismo.
Walked, sobrevive ante tanta perversión humana, y a pesar de ello, encuentra en momentos cruciales de su paso por Mathausen-Gusen, la bondad, la amistad, la gratitud y un halo de esperanza, en compañeros prisioneros, en algún que otro oficial nazi, en los campesinos, y en aquella prostituta que se convirtió en “ángel” para él. Mas en él, esos años significaron la pérdida de sentimientos :
“Había perdido casi completamente la capacidad de tener sentimientos”
La liberación por los aliados, el ingreso en el ejército americano, sus heridas de guerra, convirtieron a Waldek en un hombre con la necesidad de reencontrarse con su familia, volver a Varsovia, encontrar aquel niño olvidado, apasionado por la música, los primeros amores, los viejos amigos.
Supo salir adelante en la Varsovia en ruinas, reunirse con su familia, pero ante la amenaza comunista, Polonia bajo el dominio de Stalin, despierta en nuestro protagonista la necesidad de “libertad”. Consigue pasar a la Alemania libre, buenos tiempos, que le enseñaron a saber gestionar una empresa, tiempos de calma donde todo el mundo estaba dispuesto a ayudar para superar los efectos devastadores de la guerra, “la posguerra unió a la gente”, y de aprendizaje. Pero Waldek, necesitaba más, apagar las preguntas de su interior, conocer mundo y a sí mismo.
Así se embarca hacía Perú, donde una parte de la familia le espera, marcha con la ingenuidad de encontrar un paraíso de “palmeras y mujeres”. Más allá de la realidad, tropezará con las intrigas familiares, la trampa y las “rejas” de un matrimonio no deseado. Fortuna e infortunio en los negocios, enfermedades, personajes que aparecerán por alguna razón, cosas del destino, para tenderles su mano. Mujeres que dejarán la huella del amor, la comodidad y el afecto, el odio y la rabia, el sexo... Y siempre huyendo de “sentirse prisionero” ante alguien o ante las circunstancias. Poniéndose al límite de todo, pero siempre, agudizando el ingenio para salir adelante ante la necesidad. Hasta, que otra vez el destino enseña sus cartas, “porque en este mundo nada ocurre sin motivo”, y el farol de caer en las redes de su hasta entonces su “enemigo”. Nadie es quien, parece ni Helga, la mujer con la que compartió una buena parte de su vida, y Franz Keller, su jefe durante años, tiempos de bienestar en todos los aspectos de la vida. El trabajo motivador, una mujer cautivadora aun no amándola, un país, Perú que le ofrece todo lo que desea.
Nada es eterno, y en esa etapa de su vida, Waldek no se plantea ni se pregunta nada, tan solo vive y fluye con los tiempos. Pero como todo en la vida del protagonista, de la noche a la mañana, todo cambia, se esfuma, y él debe decidir huir de su destino o aceptar lo que deba venir. Decisiones que a pesar de crearle dilemas morales y de conciencia, él como superviviente de una guerra y de la muerte, accede a adaptarse a los acontecimientos, aceptando lo que tuviese que venir. Y ante momentos de “demencia”, la suerte toca a su puerta, ofreciéndole nuevas oportunidades. Nuevos países, nuevos proyectos.
Y el tiempo que irremediablemente pasa, anciano, pero siempre a la expectativa, reinventándose, superando las desgracias, dejando el odio en el olvido, sin rencor, pues como dice “he vivido demasiadas experiencias para creer que la vida es un juego de buenos y malos”. La venganza no se aloja en él, ya que la vida es un sinsentido donde reside la maldad en los hombres y no puede ser una manifestación de la justicia, pues eterniza la violencia. El perdón es necesario.
Waldek fue un hombre hecho a golpe de desgracia, y a la vez de fortaleza mental, el equilibrio entre la mente y las circunstancias. Un hombre tocado por la suerte, o quizás, en mi modesta opinión, todos tenemos un ángel que nos protege, así fue para Waldek, siempre tenía un “ángel protector” en su vida. La serenidad y la templanza de su carácter, le ofrecieron la oportunidad, una y más veces de seguir con vida. Testigo de los últimos 60 años de la Historia de Europa y de América, y sobretodo “timonel” de su destino.
Blanca Miosi con una prosa sutil y delicada, elegante, sin necesidad de hacer más sangre en palabras de lo que la barbarie del hombre consiguió y consigue. Deja al lector, la imaginación ante lo macabro. Describe magistralmente los escenarios, el idioma materno de Waldek, los modismos locales. Pero no sólo ello, acompaña a Waldek, con respeto, dejando que hable y relate el hombre, con su educación exquisita, además nos hace un recorrido por los avatares y, convulsiones sociales y políticas de Europa y Latinoamérica, en concreto Perú y Venezuela. El genocidio nazi, el comunismo y su caída, las dictaduras, el chavismo, el terrorismo islámico; todo ello en un libro que hasta el final, te da golpes en las emociones.
 Para enamorarte de Waldek, el aprendiz de la vida, el buscador de respuestas y utopías, el maestro de todos. Nunca fue esclavo de nadie, su libertad residía en él mismo. Y consiguió la Felicidad.
Realmente me he quedado fascinada por este libro, no es uno más sobre los nazis. Es la historia de un hombre, su lucha por sobrevivir, y sobre todo de ser libre en hechos y pensamiento. Puedo decir, ante mi ignorancia, el motivo que le llevó a Blanca Miosi a escribirlo, y hasta que no llegué a las notas del autor, y lo descubrí, entendí, el bello acto de amor de Blanca. Me quito el sombrero, ni juzgas ni prejuzgas. Y eso es difícil para mucho de nosotros. Por otro lado, he descubierto a una gran escritora, y entiendo, porque es bestseller con sus libros. Mea culpa, de no haberlo hecho antes. Al final, es cierto de que los lectores son los que valoran la calidad de una obra.
Un libro muy recomendable para todos, y en especial, para los amantes de la novela histórica.


“ Viví todo lo que pude, siempre". Waldek Grodek