En el blog:
LAPRINCESAYASEVE
Reseña: LA BÚSQUEDA de
Blanca Miosi
“Lo que ha sucedido es
un aviso. Olvidarlo es un delito. Fue posible que todo eso sucediera y sigue
siendo posible que en cualquier momento vuelva a suceder.”
Karl Theodor Jaspers (1883-1969). Psiquiatra y filósofo alemán.
“Pienso que la historia
es repetitiva porque los hombres tenemos mala memoria”. Los muertos no hablan.
Los supervivientes olvidan, callan como lo hice yo durante tanto tiempo…”
Waldek Grodek, La Búsqueda
¿Cómo empezar esta reseña, cuándo mis emociones están
saltando y confusas, entre el dolor de esta historia, y la alegría de descubrir
a una gran escritora?
Sí, así me encuentro, y por lo tanto no va a ser una reseña
al uso, más aún cuando, precisamente, hoy se cumplen el 72 aniversario de la
liberación por parte del ejército soviético del campo de concentración nazi de Auschwitz, cosas del destino, pues en
principio no empecé a leer este libro de Blanca Miosi, pero sentí su grito de
“léeme por favor”. Así lo hice, he de decir que la novela histórica, y en
concreto, la Segunda Guerra Mundial
junto a la Edad Medía, son mis lecturas predilectas, como lectora ávida. Sumado
a mis recuerdos infantiles, cuando conversaba con mi abuelo y me explicaba todo
lo sufrido durante la Guerra Civil.
Quisiera que esta reseña fuese un pequeñísimo homenaje por
todos los que sufrieron y sufren la maldad y barbarie humana, justificada en
limpiezas étnicas, fundamentalismos religiosos, fanatismos y el ansia de poder
de unos pocos.
Por Henry Waldek Jaszczuk y los supervivientes a tanta
violencia.
A forma de diario, Blanca Miosi nos introduce en la historia
de Waldek Grodek, cuando ya en su vejez
se desplaza a Ginebra a la Oficina de Repatriación y Refugiados de las Naciones
Unidas, para poder cobrar la indemnización como víctima de los nazis. Y en un
banco de un parque los recuerdos se agolpan en él “mi
mente se inundó del pasado que creía sepultados para siempre en el olvido”.
De esta manera Waldek empieza a evocar su infancia en
Varsovia, junto a su familia, su madre Doña Sofía, su hermana Cristina y su
padre. Una familia acomodada sin más temor que disfrutar de la tarde, sus
entrenamientos les serviría para solucionar más de una situación peligrosa.
Cuando el ejército alemán toma Polonia, Waldek y su familia sufren los primeros
golpes de la guerra bajo el subsuelo de Varsovia, refugiándose de los
bombardeos nazis. Un hecho marcará el principio a toda la crueldad que en los
años posteriores se desatará, y que se grabará en la memoria de nuestro
protagonista, y que estremecerá al lector: “Aun tengo nítidos en la
memoria los ojos de mi querida Aza. Fueron las primeras lágrimas que vertí en
esa maldita guerra”.
A partir de este hecho, el desquicio y los desmanes del
ejército alemán provocarán en nuestro Waldek, adolescente, el nacimiento de un “patriotismo”, ante la humillación
sufrida en “propias carnes” de los
invasores y opresores. De esta manera formará parte de la Resistencia polaca,
contra los nazis, y sus actos le llevará a caer prisionero.
Tras su detención y tortura inicial donde pudo contemplar
por primera vez de cerca, la muerte y su olor, la “hediondez” de la celda, los chinches, y como ante tanto
sufrimiento, el hombre, se vuelve “inmune”
por pura supervivencia. El viaje a Auschwitz-Birkenau,
vagones repletos de prisioneros luchando por un suspiro de aire, la indignidad
de saberse examinado hasta el último hueco del cuerpo, el ser marcado de por
vida como una res, un número define quien eres, tan solo eso, el 156642, sin
nombre ni esencia de persona. El maltrato físico, pero también mental, lemas
marcados a sangre: “El trabajo os hará libres”, el castigo,
el
frío, el miedo como “el plomo”, el
hambre, el humo de las chimeneas, el hedor de la miseria, la muerte en toda la
extensión de la palabra, la degradación del hombre hasta el extremo de “ser un
animal”:
“Empezamos a
comportarnos como animales desesperados por sobrevivir, insensibles al dolor
ajeno…”
Eso y más fue el nazismo, sadismo.
Walked, sobrevive ante tanta perversión humana, y a pesar de
ello, encuentra en momentos cruciales de su paso por Mathausen-Gusen, la
bondad, la amistad, la gratitud y un halo de esperanza, en compañeros
prisioneros, en algún que otro oficial nazi, en los campesinos, y en aquella
prostituta que se convirtió en “ángel” para él. Mas en él, esos años significaron
la pérdida de sentimientos :
“Había perdido casi
completamente la capacidad de tener sentimientos”
La liberación por los aliados, el ingreso en el ejército
americano, sus heridas de guerra, convirtieron a Waldek en un hombre con la
necesidad de reencontrarse con su familia, volver a Varsovia, encontrar aquel niño
olvidado, apasionado por la música, los primeros amores, los viejos amigos.
Supo salir adelante en la Varsovia en ruinas, reunirse con
su familia, pero ante la amenaza comunista, Polonia bajo el dominio de Stalin,
despierta en nuestro protagonista la necesidad de “libertad”. Consigue pasar a
la Alemania libre, buenos tiempos, que le enseñaron a saber gestionar una
empresa, tiempos de calma donde todo el mundo estaba dispuesto a ayudar para
superar los efectos devastadores de la guerra, “la posguerra unió a la
gente”, y de
aprendizaje. Pero Waldek, necesitaba más, apagar las preguntas de su interior,
conocer mundo y a sí mismo.
Así se embarca hacía Perú, donde una parte de la familia le
espera, marcha con la ingenuidad de encontrar un paraíso de “palmeras y mujeres”. Más allá de la
realidad, tropezará con las intrigas familiares, la trampa y las “rejas” de un matrimonio no deseado.
Fortuna e infortunio en los negocios, enfermedades, personajes que aparecerán
por alguna razón, cosas del destino, para tenderles su mano. Mujeres que
dejarán la huella del amor, la comodidad y el afecto, el odio y la rabia, el
sexo... Y siempre huyendo de “sentirse
prisionero” ante alguien o ante las circunstancias. Poniéndose al límite de
todo, pero siempre, agudizando el ingenio para salir adelante ante la
necesidad. Hasta, que otra vez el destino enseña sus cartas, “porque
en este mundo nada ocurre sin motivo”, y el farol de caer en las redes de su hasta entonces su
“enemigo”. Nadie es quien, parece ni Helga, la mujer con la que compartió una
buena parte de su vida, y Franz Keller, su jefe durante años, tiempos de
bienestar en todos los aspectos de la vida. El trabajo motivador, una mujer
cautivadora aun no amándola, un país, Perú que le ofrece todo lo que desea.
Nada es eterno, y en esa etapa de su vida, Waldek no se
plantea ni se pregunta nada, tan solo vive y fluye con los tiempos. Pero como
todo en la vida del protagonista, de la noche a la mañana, todo cambia, se
esfuma, y él debe decidir huir de su destino o aceptar lo que deba venir.
Decisiones que a pesar de crearle dilemas morales y de conciencia, él como
superviviente de una guerra y de la muerte, accede a adaptarse a los
acontecimientos, aceptando lo que tuviese que venir. Y ante momentos de
“demencia”, la suerte toca a su puerta, ofreciéndole nuevas oportunidades.
Nuevos países, nuevos proyectos.
Y el tiempo que irremediablemente pasa, anciano, pero
siempre a la expectativa, reinventándose, superando las desgracias, dejando el
odio en el olvido, sin rencor, pues como dice “he vivido demasiadas
experiencias para creer que la vida es un juego de buenos y malos”. La venganza no se aloja en él,
ya que la vida es un sinsentido donde reside la maldad en los hombres y no
puede ser una manifestación de la justicia, pues eterniza la violencia. El
perdón es necesario.
Waldek fue un hombre hecho a golpe de desgracia, y a la vez
de fortaleza mental, el equilibrio entre la mente y las circunstancias. Un
hombre tocado por la suerte, o quizás, en mi modesta opinión, todos tenemos un
ángel que nos protege, así fue para Waldek, siempre tenía un “ángel protector”
en su vida. La serenidad y la templanza de su carácter, le ofrecieron la
oportunidad, una y más veces de seguir con vida. Testigo de los últimos 60 años
de la Historia de Europa y de América, y sobretodo “timonel”
de su
destino.
Blanca Miosi con una prosa sutil y delicada, elegante, sin
necesidad de hacer más sangre en palabras de lo que la barbarie del hombre
consiguió y consigue. Deja al lector, la imaginación ante lo macabro. Describe
magistralmente los escenarios, el idioma materno de Waldek, los modismos
locales. Pero no sólo ello, acompaña a Waldek, con respeto, dejando que hable y
relate el hombre, con su educación exquisita, además nos hace un recorrido por
los avatares y, convulsiones sociales y políticas de Europa y Latinoamérica, en
concreto Perú y Venezuela. El genocidio nazi, el comunismo y su caída, las
dictaduras, el chavismo, el terrorismo islámico; todo ello en un libro que
hasta el final, te da golpes en las emociones.
Para enamorarte de
Waldek, el aprendiz de la vida, el buscador de respuestas y utopías, el maestro
de todos. Nunca fue esclavo de nadie, su libertad residía en él mismo. Y
consiguió la Felicidad.
Realmente me he quedado fascinada por este libro, no es uno
más sobre los nazis. Es la historia de un hombre, su lucha por sobrevivir, y
sobre todo de ser libre en hechos y pensamiento. Puedo decir, ante mi
ignorancia, el motivo que le llevó a Blanca Miosi a escribirlo, y hasta que no
llegué a las notas del autor, y lo descubrí, entendí, el bello acto de amor de
Blanca. Me quito el sombrero, ni juzgas ni prejuzgas. Y eso es difícil para
mucho de nosotros. Por otro lado, he descubierto a una gran escritora, y
entiendo, porque es bestseller con sus libros. Mea culpa, de no haberlo hecho
antes. Al final, es cierto de que los lectores son los que valoran la calidad
de una obra.
Un libro muy recomendable para todos, y en especial, para
los amantes de la novela histórica.
“
Viví todo lo que pude, siempre". Waldek Grodek