Vuelvo a publicar esta nota que no aparece en la versión impresa:
Escribí esta novela a petición de mi esposo, el protagonista, Waldek Grodek. Confieso que no estaba preparada para hacerlo, pero era su deseo, y en el 2000 empecé a pensar en serio en la posibilidad de contar su historia. Y como las oportunidades y las circunstancias generalmente coinciden para que los hechos de la vida se lleven a cabo, por esos días recibimos una carta del gobierno alemán en la que decía que recibiría un pago por los años que trabajó en calidad de esclavo en el campo de concentración de Gusen, Mauthausen, para la empresa Messerschmitt. Waldek también estuvo en Auschwitz, pero como prisionero, y por ello no recibió ninguna indemnización.
Como mi esposo tenía pensado viajar a Polonia a visitar a su madre, aprovechó la oportunidad de retirar la documentación que hacía falta para presentarla a las oficinas de Repatriación y Refugiados de las Naciones Unidas en Ginebra, un periplo que le costaría lo que recibiría años después como pago. Pero a mí me sirvió para empezar la novela, porque no tenía idea cómo iniciar la historia.
No fue fácil escribirla. Fueron muchas noches de largas conversaciones y apuntes en los que él se confesó conmigo. Me contó sus anhelos, sus deseos, sus primeros amores y sus primeras desilusiones. Y aunque llevaba los sentimientos retenidos durante casi sesenta años, pude penetrar por alguna rendija y extraer con fidelidad sus vivencias. Durante varios meses de esas confesiones aprendí a conocer mejor al hombre con el que había vivido tantos años, treinta y ocho para entonces, y supe que solo había conocido de él la superficie. Lo admiré más que nunca y volví a enamorarme. Su arrojo y valentía durante su niñez, adolescencia y juventud me hicieron verlo de diferente manera.
Debo aclarar que yo no formo parte del libro. En la primera versión sí me incluí. Pero la editorial que leyó el manuscrito opinó que no era importante saber cómo se había obtenido la historia, que eso a nadie importaba. De manera que tuve que rehacer toda la última parte. Pero la vida de mi marido siempre fue una vida de novela, hasta el último día. Hay personas que piensan que no pueden ocurrirle tantas vicisitudes a una misma persona, es probable que no a la mayoría, pero a Waldek… con seguridad sí. También ponen en duda que estuviera en New York en los sucesos del ataque a las Torres Gemelas, y sí estuvo. Justamente regresaba de Ginebra, tengo todavía los boletos de avión y la factura del hotel.
Waldek fue un hombre sumamente fuerte. Era de los que podía destrozar la nariz de una persona con sus enormes puños. Podía subir los dieciséis pisos sin perder el aliento, cuando los ascensores no funcionaban y él ya era un hombre de más de setenta años, del edificio donde tenía ubicado mi taller de alta costura, a pesar de que lo hacía con un cigarrillo en los labios. Era de una generación de hombres sobrevivientes del peor de los castigos. Pero hay enfermedades y actitudes que no perdonan, y una de ellas lo llevó a la muerte. El cáncer de pulmón asociado a una larga vida de fumador empedernido contribuyó a terminar con la vida de un hombre que, estoy segura, todavía tenía mucho que dar.
Me queda la satisfacción de que logró ver su deseo cumplido: Roca Editorial publicó la novela por primera vez en enero de 2008. No fue la misma editorial que años atrás leyó el manuscrito donde yo estaba incluida, pero la versión quedó con la exclusión y así se publicó.
Dedico este libro a mi inolvidable Waldek. Donde sea que se encuentre probablemente vea que hay miles de personas que están conociendo su historia, tal como él quería.
Agradezco a todas las personas que se fijaron en este libro. Espero sinceramente no defraudarlos.
Blanca Miosi
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