He finalizado la lectura de la novela La Búsqueda , (Roca
Editorial. Barcelona. 2008) con un sentimiento de desolación. La autora es
Blanca Miosi, escritora peruana residente en Caracas y Miembro Activo del
Círculo de Escritores de Venezuela. He sufrido con Waldek Grodek, su
inolvidable protagonista el menosprecio y la crueldad, como víctima de dos de
los más terribles engendros del mal, el Nazismo y el Comunismo, movimientos
políticos inspirados por ideologías que buscaban la permanencia del poder
totalitario y la devastación y sometimiento del ser humano. Marcado por un sino
trágico, Waldek expresa su pasión por la vida mediante la capacidad que tiene
para adaptarse a las situaciones trágicas y una vez superadas, alcanzar
logros desarrollando brillantes proyectos.
El hilo narrativo de esta obra de ficción se
extiende entre dos hechos que simbolizan la violencia desmedida del Siglo XX,
la invasión de Varsovia por Adolf Hitler el 1º de septiembre de 1939 y la
explosión de las torres gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.
Ambos hechos nos enfrentan a una de las mayores desgarraduras del alma
universal, al encarar la amenaza del terrorismo y del fanatismo, cuando son
usados como instrumento de destrucción y de muerte. Septiembre parece ser en
estas páginas, el mes más cruel, en amplia contradicción con el poema que
nombra a Abril.
Como transeúnte de esta centuria he recordado en
esta lectura de ficción, pero apegada al acontecer histórico, el drama del
hombre contemporáneo. La causa de este drama se debe sin duda a los males
acarreados a los habitantes de este planeta por los gobiernos
totalitarios. La peor de todas las consecuencias es la pérdida de las
cualidades indispensables para detentar la condición de ser humano: la
dignidad y la compasión junto a las restricciones a la libertad y a los
derechos fundamentales del hombre.
Waldek adolescente es apresado por su trabajo en
la resistencia contra los invasores alemanes, y llevado a un campo de
concentración. En las citas siguientes se testimonia lo expuesto anteriormente.
“Empezamos a comportarnos como animales desesperados
por sobrevivir, insensibles al dolor
ajeno…” (pag.69) “Había perdido casi completamente la capacidad de tener
sentimientos, esa fue la peor consecuencia de mi cautiverio. (pag.94-95).
En las situaciones límites, el hombre siempre
encuentra la esperanza que le impide caer en la inconsciencia. Si bien, el
narrador mantiene el relato de las vicisitudes que soportan quienes son
llevados por su credo, su nacionalidad o su posición política a los campos de
exterminio de una manera fiel al horror padecido, muestra también
las experiencias, que por instantes, devolvían a aquellos seres despojados
de toda esperanza, la fe en sí mismos.
Entre los personajes que ayudaron a mantener
encendida alguna luz entre tanta oscuridad está el Tío Romatowski, un
sastre polaco que confeccionaba los uniformes de los oficiales. El
animaba a los jóvenes a recibir clases al final de la jornada y repartía entre
los asistentes mendrugos de pan y otros alimentos a los que tenía acceso por su
trabajo. El protagonista expresa su opinión de la siguiente manera: ”El Tío
Romatowski me ayudó moralmente a conservar algo de humanidad.” (pag. Uno de los rasgos que me fascinaron
de quien relata la historia, es su hondo conocimiento de la condición
humana. El lector encara la historia del mal, pero no hay una línea que
separe “los buenos” de “los malos”. Existen pequeñeces,
incomprensiones egoísmo y maldad en personas del entorno cercano al protagonista,
amigos y familiares. Se señala también gestos de bondad y de grandeza entre los
opresores, entre los causantes del dolor y de la tragedia. Es en este
caleidoscopio de pasiones donde la novela toma una gran dimensión. El universo
que nos muestra la escritora, es el del mundo real. El siglo donde el hombre
caminaba al borde del abismo, en el claro oscuro de la vileza y de la
generosidad.
Para quien desde temprana edad había sufrido los
destrozos de la posguerra, la experiencia de los campos de concentración y una
fuga del recién levantado muro de Berlín, el cual abría una incisión en Europa
y en el mundo, no podía tener otro deseo diferente al de viajar para
residenciarse en un país de América del Sur. La visión que tenía este personaje
de este continente era la de un “Nuevo Mundo” conformado como paraíso terrenal,
con apacibles paisajes y sobre todo con la oportunidad de vivir en paz.
Aunque es en estas tierras donde desarrolla su
potencial profesional obteniendo el éxito económico, sin embargo las
traiciones, las injusticias, la depresión y la muerte lo llevaron nuevamente a
vivir situaciones dolorosas. Primero en Perú durante el gobierno
del General Odría quien repitió la formula de la izquierda radical, expropiando
y limitando las libertades individuales y arrastrando al país a la miseria y al
atraso. Huyendo de esta realidad Waldek Grodek se traslada a Venezuela, donde
es testigo de la conmoción social del 27 de Febrero de 1993. Se inicia con Hugo
Chávez una supuesta revolución socialista bajo las banderas del populismo y del
resentimiento La resistencia del pueblo desembocó en los fatídicos hechos de
Abril del 2002 cuando una gigantesca marcha fue sorprendida por francotiradores
que sembraron el pánico y la desesperación dejando las calles bañadas en sangre.
Cómo una serpiente que se come su propia cola, el
protagonista cierra su ciclo vital, no sin antes darnos una muestra de la
indiferencia del hombre posmoderno y de la ineficacia de las Instituciones
Internacionales. En memorable monólogo se duele de la fuerza que lo ha
impulsado a huir. Seguidamente reflexiona sobre la vocación de su vida y
rectifica. El jamás ha huido, desde los 14 años ha resistido al mal, se ha
enfrentado con valentía y coraje a las fuerzas que han desencadenado la
destrucción de la felicidad. Se hace una pregunta para la cual no hay
respuesta: “¿Qué clase de gen de maldad comparten Hitler, Stalin, Bin Laden y
otros muchos que han provocado y siguen provocando la desdicha de tantos
millones de personas? Y lo más extraño de todo ¿por qué tanta gente los sigue?”
(pag.316).
El retrato que hace la autora de los diversos
personajes, la descripción de los espacios y el excelente uso de la narración y
de los diálogos, enriquecen la estructura de la novela y le proporciona
verosimilitud e interés a la historia. Atributos que mantienen viva la atención
del lector. Literalmente devoré sus páginas sin poder abandonar aquel relato
que me tocaban muy hondo. Esta novela inspirada en la biografía de un
hombre perseguido por los signos de uno de los tiempos más
feroces, nos muestra el triunfo de la vida, del valor de los
sueños y del trabajo en oposición al odio, al poder desmedido causante del mal
y de la muerte.
Agradezco a Carmen Cristina Wolf, presidente del
Círculo de Escritores de Venezuela, el haber puesto en mis manos tan
excelente obra y reconozco en la pluma de Blanca Miosi, el oficio y la
integridad de un narrador con gran potencial. Sería interesante conocer al
personaje que inspiró estas páginas.
Lidia Salas
Poeta y crítico.
Caracas, Enero del 2011
*Lidia Salas es Magister en Literatura de la Universidad del
Atlántico, Colombia. Profesora de lengua inglesa, con una vasta obra poética
publicada e importantes reconocimientos.
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